Al margen de los conciertos del Fèmas, de los que escribí ayer, he asistido en cuatro ocasiones al Maestranza durante el último mes:
- Recital pianístico de Fazil Say (1 de marzo): En general encomiado por la prensa, me disgustó sobremanera durante la primera mitad (sonatas K. 331 y 332 de Mozart). Cierto es que su técnica es apabullante, pero este hombre literalmente ahogó a Mozart a fuerza de imponer sobre la partitura mil y un
caprichos exhibitorios dirigidos a lo que, además, estimo fácil: lucirse mediante el mensaje de ser diferente (a costa, naturalmente, de un destrozo artístico) en lugar de hacerlo por la vía, más compleja (y sincera) de profundizar en el mensaje psicológico de unas partituras que, se mire por donde se mire, no pueden sonar a jazz, como pretendió. Súmense notas picadas, un peculiar fraseo en las variaciones del primer movimiento de la K. 331 (sin sentido alguno del legato, siempre a saltitos como si sus manos fuesen una ranita juguetona brincando sobre el teclado) y un amaneramiento bastante indigerible para mí en el movimiento central de la K. 332. Para rematarlo, ofreció a modo de propina un arreglo propio de la famosa marcha turca más horrendo quizá incluso que el de Volodos (que ya es decir) y a una velocidad como solo se la he oído a Lang Lang en su por lo demás recomendabilísimo Mozart Album con Harnoncourt (¡qué versión del concierto nº 24!).
En la segunda mitad todo funcionó mejor porque Say interpretó una composición propia (Sonata Gezy Park 2), aunque volvió a las andadas al adentrarse en Debussy. Me resulta curioso, curiosísimo, leer cómo algunos escribieron el año pasado que Yuja Wang era algo así como un producto de márketing de la DG para aplaudir ahora la “personalidad” de un artista que se demuestra, si no he leído mal, en poner de manifiesto su propia ineptitud para abordar el repertorio clásico al tener que adaptarlo anacrónicamente (y con resultados a veces lastimosos) a su propio estilo compositivo e interpretativo. Ni interpreta Say a Mozart ni vemos a Say asomarse a través de Mozart, que sería lo ideal. Say se interpreta siempre a sí mismo, y su estilo casa mal en mi subjetiva y modesta opinión con el repertorio clásico, por espectacular que sea la técnica. El interés de este artista me parece, pues, más que limitado.
- Recital de Fiorenza Cedolins (15 de marzo): Tampoco salí encantado, aunque no llegué a experimentar la sensación de tomadura de pelo que sí viví con el “Mozart” (comillas intencionadas) de Say. Dejando al margen que la voz ha perdido ya algo de fuste, Cedolins adolece de una seriedad casi tebaldiana en su canto, que unida a su propia puesta en escena parece retrotraernos en el tiempo a los años cincuenta. La cuestión está en que esta mujer trató de encandilar al público mediante una simpatía que sonó forzada y que la llevó a introducir verbalmente todas y cada una de las piezas, que no eran pocas. Al final, la sensación que me llevé a casa fue la haber asistido a un recital de cierta calidad musical pero en una atmósfera demasiado cargante creada por la propia artista.
- Doctor Atomic (16 de marzo): Ha hecho bien el Maestranza en apostar por la ópera contemporánea, si bien tengo dudas de que la reacción del público haya sido lo suficientemente favorable. Y es que el teatro siempre se llena en las funciones de ópera, y habida cuenta de que se trataba del estreno de esta obra en España era de esperar que hubiese un efecto llamada hacia los amantes de la ópera contemporánea que asegurase la venta de todo el papel. Pues no. En la función del 16 de marzo el teatro estaría lleno en unas tres cuartas partes, lo que nos sitúa en un resultado inferior al de las óperas “de repertorio” incluso a pesar de que haya podido haber desplazamiento a Sevilla de público inhabitual, atraído por el título. Sinceramente, espero que la gestión del teatro consiga incrementar el número de óperas por temporada para que la ópera barroca y la contemporánea tengan cabida con la frecuencia que se merecen. Al menos, eso sí, no vi desbandada de público en el segundo acto, como he leído a propósito de otras representaciones.
En términos generales la obra me gustó, pero tendría que escucharla más veces para asimilarla como es debido (tengo desde hace mucho los dos DVDs existentes de esta obra y aún no he sacado tiempo para verlos). Mi impresión es similar a la que saco de algunas películas: con un primer visionado adviertes que hay calidad (bella fotografía, guión bien trabajado, buenas interpretaciones, etc.) pero necesitas verla más veces para asimilarla, con el problema de que la obra es tan densa que no te apetece volver a ella al día siguiente. Pues lo mismo con Doctor Atomic, que tiene momentos francamente espectaculares, pero que se hace algo lenta.
Me gustó en general la puesta en escena de la Badisches Staatstheater Karlsruhe, si bien no es precisamente coherente en su estética. Durante el primer acto predomina la estética cómic por medio de proyecciones que abarcan casi la totalidad del espacio visual, dejando diminutos huecos aquí y allá en los que vemos a los cantantes. El segundo acto es radicalmente diferente, aunque tiende quizá a hacerse monótono. Pero los últimos momentos de la obra, con el ensayo de la bomba atómica, me parecieron sencillamente fantásticos.
De la labor de la ROSS (con Halffter al frente) y del coro solo puedo decir cosas positivas. Cierto es que no conocía la obra de antemano y no puedo hacer comparaciones con otras versiones, pero cuando las cosas suenan tan evidentemente bien entiendo que es poco lo que se puede discutir. El reparto lo encontré bastante satisfactorio (notable trabajo el de Lee Poulis como Oppenheimer), quizá con la única pega de una Jessica Rivera (Kity) con notables cambios de color en su voz que deslucieron, a mi entender, la estética de algunas de sus intervenciones.
No fue entusiasta la reacción del público en los aplausos finales. Doctor Atomic es claramente algo diferente de lo que el público sevillano está acostumbrado a ver, por no decir que la función acabó tarde y al día siguiente era laborable.
- Recital de Philippe Jaroussky (21 de marzo): Uno de los platos fuertes de la presente temporada del Maestranza fue la presencia de Jaroussky, que acudía con el pianista Jérôme Ducros a promocionar su reciente disco dedicado a Verlaine. El teatro se llenó más de lo habitual en los recitales líricos y regaló al contratenor un efusivo aplauso nada más salir al escenario, pero la educación y el respeto naufragaron desde ese momento. Sin duda, el programa dedicado a melodías francesas (extraído, como digo, del disco) debió parecer en exceso monótono e intimista a la parte más desvergonzada del público, minoritaria sin duda, pero hábil en la tarea de boicotear lo que podría ser una noche hermosa con toses y ruidos molestos motivados, estoy seguro, por el puro aburrimiento. Ah, y otra cosa: el teatro debería empezar a aplicar mano dura con la cuestión de los teléfonos. Hay mucha (insisto: mucha) gente que hace oídos sordos al aviso de megafonía y hacen fotos con los móviles, que alumbran como faros en la oscuridad, molestando. Sencillamente, es una lástima que artistas de renombre se lleven una pésima impresión del público sevillano por la mala educación y la falta de civismo de unos cuantos.
¿Por qué tanto palabreo con lo de las toses? Porque Jaroussky se molestó, con toda la razón del mundo. Antes de iniciarse la segunda mitad se emitió un aviso por megafonía animando al respetable a no hacer ruido durante el concierto, lo cual provocó el aplauso espontáneo de quienes estábamos hartos de sufrir esa situación. Salió Jaroussky sonriente, se inclinó y simuló una pequeña tos. Mensaje recibido, pero ¡qué vergüenza, señores! El tipo se muestra simpático y firmó discos al término del recital… pero no sé yo si de verdad le quedan ganas de volver.
3 comentarios:
A mí me molestó tanto que me fui en el entreacto, estoy por no asistir más al Maestranza.
En cambio en conciertos del Femás, en lugares recogidos como el Salón de Tapices del Alcázar, o en la Iglesia San Alberto NO SE OYO JAMÁS UNA TOS.
Curioso esto...
La música antigua, creo, tiene un público más especializado, que por lo tanto suele tener interés en aquello por lo que paga.
El Maestranza, lógicamente, tiene que ofertar programaciones variadas y en sus butacas concurre gente de escasa cultura musical (lo de los aplausos entre movimientos es elocuente) y educación.
Eso demuestra que no son precisamente niñatos y "canis" los que ensucian las manifestaciones culturales de la ciudad. Acaba de pasar la Semana Santa y he visto cada día auténticos "botellones" en pleno centro de personas ataviadas de chaqueta y corbata.
Lo que tenemos es un problema de educación, no generalizado, pero que sí afecta a una cantidad de gente lo suficientemente amplia como para ser molesto. Poca solución le veo, francamente.
Esta semana he tenido la oportunidad de asistir en el auditorio a una jornada mozartiana, en la que escuchamos la Sinfonía Praga y una desconocida para mí Tahmos, Rey de Egipto y despues de oír esta maravilla, me pregunto por qué nomse programa mas esta obra? No sé si tú como experto y devoto en este genio tienes alguna explicacion
Dirigió el concierto Andreas Spering y la Orquesta de la Comunidad de Madrid y su coro, que cada día suenan mejor.
Cambiando el tema, he estado leyendo lo que comentais sobre mi querido Placido Domingo y aunque yo no tengo estudios en técnica vocal, mi opinión es simplemente de sentimientos y a mí me hace sentir muchísimo.
Un saludo par todos.
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