Gracias al Festival de Música Antigua, el mes de marzo es siempre particularmente intenso en lo que concierne a la vida cultural de la ciudad de Sevilla, en la que resido. Son varios los conciertos a los que he asistido en el último mes y de los que no he dado cuenta pormenorizada en el blog, pero conservo claras mis impresiones de cada uno de ellos y puedo permitirme agrupar mis comentarios en una única entrada. Espero que muy pronto pueda disponer de más tiempo para el blog…
A la Orquesta Barroca de Sevilla he podido escucharla dos veces estos últimos días. El 27 de febrero, hace apenas un mes, ofrecía en la Sala Joaquín Turina un programa integrado por algo tan poco explorado como lo es la música de cámara española del siglo XVIII a través de composiciones de Pla, Manalt, Flacco y Cavazza. No conocía las obras de antemano, por lo que no puedo comparar lo escuchado con ninguna otra versión, pero a nivel técnico la OBS mostró la alta calidad a la que nos tiene acostumbrados. Ya metidos en el
Femàs, el 9 de marzo acompañó la orquesta a un Carlos Mena espléndido en un programa dedicado a Handel y Bach con el título de Eros versus Heracles, y en el que lo más interesante para un servidor fue el Hércules en la encrucijada bachiano (BWV 213) con música del Oratorio de Navidad.
Uno de los platos fuertes de esta edición del Femàs fue claramente el concierto del célebre clarinetista Erich Hoeprich con La Tempestad, dedicado a Mozart. En el célebre Quinteto para clarinete, K.581 Hoeprich estuvo inmenso, como durante todo el concierto, pero el resto de los intérpretes mostraron algún desajuste y sobre todo (y de esto no he visto que se haya hecho eco la crítica musical) de una cierta frialdad y falta de intimismo en los dolientes dos primeros movimientos. Más redonda salió la adaptación camerística de la Júpiter y el inevitable adagio del concierto K.622 que se ofreció como propina.
La música sacra ha ocupado un espacio notable en esta edición del Femàs. El concierto de Ministriles Hispalensis en San Alberto (18 de marzo) fue toda una experiencia, una auténtica exhibición de belleza vocal que compensaba con creces salir de casa en un día desapacible para sentarse en los incomodísimos bancos de la iglesia. El domingo continuó la fiesta con The Tallis Scolars, absolutamente impecables aunque quizá un poco demasiado “clínicos” y desapasionados en su programa dedicado a Guerrero. Por cierto que al pobre de Peter Philips le perdieron la maleta en el aeropuerto y tuvo que disculparse por su atuendo, aunque tampoco resultase en exceso informal. El pasado Viernes de Dolores, y ante una sala Joaquín Turina incomprensiblemente despejada de público, pudimos disfrutar gracias a La Risonanza de varias de las Sonatas de Rosario de Biber alternadas con música de Sebastian Durón y José de Torres. Por último, el pasado sábado tuvimos la guinda del pastel: Pasión según san Juan bachiana con Herrewegue y sus huestes habituales del Collegium Vocale Gent y La Chapelle Royale en el Maestranza. Soy de los que consideran a Herreweghe como el más grande bachiano de nuestros días, superado tan solo por un Gardiner que siempre saca ventaja de la excelsa calidad de su Monteverdi Choir y de su innegable sentido del drama. Quizá fue precisamente un puntito más de drama, de pasión, de teatro, lo que se echó en falta en una tarde que, en cualquier caso, considero próxima a lo redondo y en la que lo más discreto fueron los solistas (casi inaudible el contratenor) con excepción del veterano Peter Kooij y del magnífico trabajo de Thomas Hobbs como evangelista.
Edición, por tanto, interesantísima del Femàs, que ha alcanzado una gran respuesta por parte del público.
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