
Comenzaré con un personaje de hoy, que sigue vivito y coleando y cuyo nombre muchos no habrán oído jamás: el director de orquesta John Eliot Gardiner. En las navidades de 1999/2000, mis tíos me regalaron su espléndida grabación de El rapto en el serrallo de Mozart, y para mí fue toda una revelación. Aquél sonido nada tenía que ver con aquello a lo que estaba acostumbrado: era cristalino, con total ausencia de vibrato en las cuerdas, con el timbre estridente y espectacular de las trompetas naturales. ¿Qué orquesta era esa llamada “The English Baroque Soloists”? Enseguida lo supe: un conjunto de instrumentos de época. Una orquesta historicista, que sólo utilizaba instrumentos originales del tiempo del compositor o réplicas de los mismos.
Por aquél entonces no tenía ni idea de que hubiese cambiado tanto la técnica de construcción de los instrumentos en los últimos siglos, pero así era. Descubrí un sonido completamente nuevo que en ocasiones se me hacía extraño (como escuchar a Mozart no al piano, sino al fortepiano de época) y que, sin embargo, “encajaba”, tenía “sentido” con la música que oía. Y el hallazgo de la orquesta se vio complementado con el del mejor coro que había escuchado en mi vida (hasta el presente): el coro Monteverdi, fundado por el mismo Gardiner hace más de cuatro décadas.
Después del hallazgo me comporté como un auténtico fan adolescente... y naturalmente no me arrepiento. Cuando me interesaba hacerme con una obra, investigaba primero si la había grabado Gardiner, y en caso afirmativo, esa sería la grabación elegida. Después de aquél Rapto me hice con sus Bodas de Fígaro, que desde entonces se ha convertido en mi ópera preferida. Al mismo tiempo, profundizaba en el ámbito del historicismo con las grabaciones de Goebel, Pinnock, Hogwood, Koopman, Brüggen, Harnoncourt, McCreesh...
Pero Gardiner todavía tenía algo que enseñarme. Admito que corría el riesgo de convertirme en un seguidor del historicismo excluyente con cualquier interpretación con instrumentos convencionales y ajena a los criterios históricos. Lo dice él mismo en una entrevista que acompaña a su maravillosa grabación en DVD del Oratorio de Navidad de Bach: el historicismo es tan sólo una vía de interpretación, pero lo verdaderamente importante es la calidad del intérprete. De hecho, es imposible utilizar un criterio historicista al 100%: imaginemos que tal compositor escribió tal pieza para ser interpretada por tal persona. Pues como esa persona está muerta, no podemos cumplir completamente con la voluntad del autor, lo que hace imposible todo intento absoluto de reconstrucción en el siglo XXI. El historicismo es un plus que hace especialmente atractiva a una interpretación, pero lo más importante es que la música esté bien interpretada. Historicismo sí, pero “histericismo” no.

Volviendo al protagonista de nuestra entrada, hay que decir que es un personaje cuanto menos pintoresco. Su abuelo acompañó a Howard Carter en el hallazgo de la tumba de Tutankhamón, y él mismo permaneció en Oriente Medio parte de su juventud. Puede que heredase algo de ese espíritu descubridor, pues nuestro hombre tiene en su haber el haber estrenado y grabado por primera vez Les Borèades de Rameau, ópera que jamás llegó a representarse antes por la muerte del compositor en 1764. De modo que Gardiner forma parte de la historia de la música. Tan simple como eso. Tiene fama de emplear mano dura con sus músicos y cuando se cansa del mundo se quita la pajarita, se enfunda unos vaqueros y se retira a su granja de Dorset.
En los últimos años, destaca el que celebrase el cuarenta aniversario del Coro Monteverdi llevándolos a hacer el Camino de Santiago y poniéndolos a cantar en las paradas. Original, cuanto menos. Pero la mayor “locura” de Gardiner fue otra:
En el curso del año 2000 quiso celebrar el 250 aniversario de la muerte de Johann Sebastian Bach interpretando y grabando las casi doscientas cantatas sacras del genio de Eisenach en diversas iglesias de Europa (incluyendo aquéllas de Alemania en las que trabajó el propio Bach) y América. El proyecto se llamó “Bach Cantata Pilgrimage” (“peregrinaje de las cantatas de Bach”), y para hacerlo más difícil, cada cantata debía interpretarse y grabarse en el día exacto para el que estaba pensada. Deutsche Grammophon se terminó rajando después de haber aceptado inicialmente realizar las grabaciones, pero eso no frenó a nuestro amigo Gardiner, que se ocupó personalmente de que se llevaran a cabo –con los costosos gastos que ello implica– y fundó para editarlas un sello discográfico para él solito: "SDG" (es decir, “Soli Deo Gloria”, frase que aparece escrita de la mano de Bach en muchas de sus partituras). En un documental que acompaña a uno de los DVDs grabados ese año, aparece algo “tocado” al final del proyecto, diciendo que convivir con Bach durante todo un año le ha llevado a replantearse su forma de ser, de actuar, de responder y sus prioridades en la vida. Desde entonces su discografía se ha reducido, pues SDG es un sello sin ánimo de lucro y el dinero de las ventas es el único del que disponen para hacer nuevas grabaciones. Yo me muero por oír sus Conciertos de Brandemburgo, que acaban de salir. Mientras tanto, las estanterías de las tiendas de discos se inundan cada año con lo último de Britnispírs y demás cosas por el estilo, al tiempo que tenemos que ver cómo agonizan o cierran sellos de la categoría de Erato, Teldec, L’Oiseau-Lyre, Archiv... Una lástima.
Una de las cosas que tenía que hacer con mi vida era verle en persona dirigiendo a su Coro Monteverdi y a sus English Baroque Soloists. Pude cumplir ese deseo hace algo más de un año, cuando acudió a la Catedral de Sevilla a dar un concierto completamente gratuito al que, por cierto, acudió también el rector de nuestra Universidad Pablo de Olavide. Pese a que parecía agobiado por el calor, no se retiró al terminar y pude acercarme a que me firmara el programa. Sólo acerté a felicitarle por el concierto (¿cómo explicarle que Dios le utiliza como disfraz?) y con ironía británica respondió que a él le también le había parecido “de la más alta calidad”.
John Eliot, eres un crack.
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