La semana pasada resultó afortunada para los que amamos la música clásica en Sevilla. Y es que por fin recibimos la noticia de que la Orquesta Barroca de Sevilla afincará definitivamente su programación concertística en un espacio tan adecuado al efecto como lo es el Teatro Lope de Vega. Lejos quedan ya en el recuerdo las veladas musicales en la iglesia mudéjar de Santa Marina, en las que músicos y público se congregaban por amor a la música ateridos de frío en los días de invierno. Hoy, además, sería difícil que un fenómeno similar pudiese
repetirse, puesto que actualmente el arzobispado de la ciudad no parece ya tan dispuesto a ceder tan ligeramente sus templos para conciertos de música profana, asunto este que me contraría sobremanera en lo personal y que bien merecería ser tratado en una entrada diferente. El caso es que en aquella iglesia de Santa Marina, los sevillanos pudimos ver en conciertos gratuitos a figuras de la talla de Alfredo Bernardini, Gustav Leonhard, Monica Huggett…
Luego le llegó al turno al reformado convento de Santa Clara, que desde hace unos años ha cobrado especial protagonismo en los conciertos del Festival de Música Antigua. Ni que decir tiene que el espacio resulta más agradable para el disfrute musical, aunque no es tan amplio como una gran iglesia. Ahora, una vez consolidada la temporada estable de conciertos de la OBS y con la orquesta lamentablemente fuera de la programación del Teatro de la Maestranza, nos ha llegado por fin la buena noticia. El Lope de Vega, clasiquísimo teatro hispalense, es un espacio bello capaz de albergar a una estimable cantidad de público para estos conciertos.
El “traslado” de la agrupación al teatro llega naturalmente más tarde de lo que los melómanos sufridores de colas, frío y pésimas acústicas hubiésemos deseado, pero se produce al menos en un momento en el que la OBS goza de espléndida salud. Si la temporada concertística del año pasado, quizá un poco en exceso camerística, fue feliz artísticamente, más aún parece estar siéndolo la presente, como quedó patente hace unos días en un brillante concierto de Santo Tomás organizado por la Universidad de Sevilla en la iglesia de la Anunciación, templo que pertenece a la US y en el que nada tiene que decidirse desde el palacio arzobispal sobre la conveniencia o inconveniencia de su celebración. La orquesta estuvo a un nivel excepcional en un programa dedicado a la Tafelmusik de Telemann, destacando enormemente la espléndida labor al violín de Andoni Mercero y Pedro Gandía en la Trio Sonata, TWV 42:Es1. Hasta la siempre horrenda acústica del templo me pareció menos nefasta en aquella velada, quizá como consecuencia del placentero ensimismamiento musical o por la presencia de un micrófono cerca de los músicos de cuya colocación, en caso de ser habitual en estos conciertos, no me había percatado antes.
Se abre, por tanto, a mi entender, una nueva etapa en la vida de esta orquesta, que es tanto como decir que en buena parte de la vida cultural de esta hermosa ciudad andaluza. Una orquesta que tiene, desde su creación, al público en el bolsillo, pues difícilmente puede imaginarse mayor fidelidad y respeto hacia una formación de estas características que las que los sevillanos han demostrado a estos músicos, trascendiendo el cliché de que en el sur de España tan solo gustan taconeos y casetas de feria. Ahora disfrutemos de lo que queda de temporada al tiempo que aguardamos sus novedades discográficas y su participación en el próximo FeMÀS.
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