Hace apenas unos días que hablaba de ella y del valor que demostró protegiendo a los ocho escondidos de "La Casa de Atrás". Miep Gies, la protectora de Ana Frank y la persona que salvó el Diario, se nos ha ido a la avanzada edad de 100 años. Y han sido una caída reciente y una lesión en el cuello las que se la han llevado, porque a su edad se encontraba como una rosa y con el suficiente ánimo y lucidez como para responder por escrito a la legión de admiradores que se dirigían a ella.
Se negaba a ser considerada una heroína. Junto con su esposo, Jan Gies (afiliado a la Resistencia holandesa), ayudó a los ocho escondidos cumpliendo sólo -según ella- un deber moral que cualquiera hubiera realizado. Lo que no es tan sabido es que durante buena parte de la guerra también refugió a otro joven perseguido en su propia casa, con lo que quedaba al frente de la descomunal tarea del cuidado y la atención de nueve personas. Tampoco es demasiado conocido el hecho de que arriesgase su propia vida hasta el extremo de entrar en el cuartel general de la Gestapo el día despúes de las detenciones para intentar sobornar (en vano) al oficial encargado de ellas. Hoy más que nunca animo a quien lea esta entrada a buscar el libro "Mis recuerdos de Ana Frank", en el que Alison Leslie Gold recoge minuciosamente sus vivencias durante la guerra. Hoy está descatalogado, mientras que las librerías están bien surtidas de libros que bien podrían calificarse de "porquería". Sea como fuere, aún cabe la posibilidad de adquirirlo de segunda mano, como hice yo en su día.
Con Miep se nos va la última protagonista de una historia que ha conmovido a millones de lectores y que, en el fondo, no es sino un drama más (uno de tantos) de la barbarie nazi. Si en el mundo predominasen el humanitarismo y la fraternidad el comportamiento de Miep no hubiera sido digno de elogio (como ella pretendía). Por desgracia no lo es y el caso de Miep es llamativo. Ahora que no está para quejarse, supongo que poco importa el decir que sí: que Miep Gies fue una valiente y una heroína.
GRACIAS, Miep, por salvar el mensaje de Ana y transmitirlo al mundo. Ejemplos como el tuyo son los que de verdad hacen que valga la pena levantarse cada mañana. Saluda a Ana de mi parte.
Se negaba a ser considerada una heroína. Junto con su esposo, Jan Gies (afiliado a la Resistencia holandesa), ayudó a los ocho escondidos cumpliendo sólo -según ella- un deber moral que cualquiera hubiera realizado. Lo que no es tan sabido es que durante buena parte de la guerra también refugió a otro joven perseguido en su propia casa, con lo que quedaba al frente de la descomunal tarea del cuidado y la atención de nueve personas. Tampoco es demasiado conocido el hecho de que arriesgase su propia vida hasta el extremo de entrar en el cuartel general de la Gestapo el día despúes de las detenciones para intentar sobornar (en vano) al oficial encargado de ellas. Hoy más que nunca animo a quien lea esta entrada a buscar el libro "Mis recuerdos de Ana Frank", en el que Alison Leslie Gold recoge minuciosamente sus vivencias durante la guerra. Hoy está descatalogado, mientras que las librerías están bien surtidas de libros que bien podrían calificarse de "porquería". Sea como fuere, aún cabe la posibilidad de adquirirlo de segunda mano, como hice yo en su día.
Con Miep se nos va la última protagonista de una historia que ha conmovido a millones de lectores y que, en el fondo, no es sino un drama más (uno de tantos) de la barbarie nazi. Si en el mundo predominasen el humanitarismo y la fraternidad el comportamiento de Miep no hubiera sido digno de elogio (como ella pretendía). Por desgracia no lo es y el caso de Miep es llamativo. Ahora que no está para quejarse, supongo que poco importa el decir que sí: que Miep Gies fue una valiente y una heroína.
GRACIAS, Miep, por salvar el mensaje de Ana y transmitirlo al mundo. Ejemplos como el tuyo son los que de verdad hacen que valga la pena levantarse cada mañana. Saluda a Ana de mi parte.
1 comentarios:
Sit tibi terra levis.
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