Ya sé que hace más de una semana que acabaron las representaciones de Norma en el Maestranza y que esta entrada viene muy tarde, pero es lo que tiene llevar una vida insanamente ocupada. En cualquier caso, no quería dejar de escribir mis impresiones en el blog, así que aquí van, aunque sea con retraso.
Debo decir que tras leer las críticas publicadas en la prensa y lo que se ha escrito por internet me considero afortunado, porque el espectáculo al que asistí –función del sábado 14– me pareció de una calidad considerablemente superior a
la impresión que saca uno con la simple lectura de esos textos. Y no es que esta Norma haya tenido mala recepción en absoluto, pero para mí, sinceramente esa fue la primera verdadera noche de ópera en el Maestranza en mucho tiempo, contrastando enormemente con el fiasco del Don Giovanni que abrió la temporada.
Igual resulta que mi entusiasmo se debe a razones de pura ineptitud musical, que todo puede ser, o también al hecho de que la calidad de un espectáculo es variable de un día para otro y pude tener suerte con la fecha seleccionada, pero lo cierto es que no percibí la mayoría de los aspectos negativos señalados en la prensa, y otros directamente no se produjeron. A Daniela Schillaci, que sustituía a Angela Meade, se le han encomiado pocas cosas y criticado muchas más de las merecidas en mi opinión. ¿Se tradujo la decepción por la caída de Meade del cartel en predisposición a la decepción? Prefiero pensar que no y que quienes escriben lo hacen profesionalmente y libres de prejuicios. Es más, hay algún elemento que me hace pensar que Schillaci estuvo mejor en la función a la que asistí que en ninguna otra, lo cual explicaría bien la cuestión. Concretamente me refiero a la supuesta “frialdad” de su Casta diva y a la consiguiente indiferencia del público: ni una cosa ni otra se produjeron en la última representación: a servidor se le pusieron los pelillos de punta y el público reaccionó con un aplauso cerrado interrumpido solo por la orquesta. Porque habría continuado. Esto es, pues, un hecho objetivo e indiscutible que no guarda relación con lo ocurrido en los días anteriores, en los que, según parece, no hubo precisamente grandes aplausos en un momento tan esperado y propicio.
Sí percibí, naturalmente, la insuficiencia de la voz de la soprano en el grave, pero no es menos cierto que eso pudo observarse en contadísimas ocasiones que en absoluto deslucieron una interpretación de altura en la que tampoco vi por ningún lado problemas de afinación. La coloratura, a su vez, estuvo resuelta con dignidad aun resultando obvio que Schillaci no es Joan Sutherland. Bueno, ¿y la interpretación? Pues debo decir que a mí me satisfizo mucho: no estuvo centrada en el tormento interior del personaje –lo de Callas ahí no es superable para mí– ni en mostrar una visión conmovedora del mismo –para eso, la citada Sutherland y Caballé–, sino que más bien dibujó una Norma de cierto porte autoritario, furioso e imponente, una líder ante la que se enmudece con respeto pero que no nos emociona… hasta la escena final, donde Schillaci estuvo para sacar el pañuelo. En suma, no es como cuando la Cerquetti sustituyó a la Callas en Roma (que tampoco es que Meade sea como esta última), pero el resultado ha tenido un nivel de calidad claramente alto.
En lo que sí estoy muy de acuerdo con lo que se ha ido publicando estos días ha sido con el acertadísimo fichaje de Sergio Escobar para el papel de Pollione. Este hombre tiene por naturaleza una voz spinto en la que no hay un ápice de engolamiento (piénsese en la superestrella contemporánea Kaufmann) y que se proyecta hacia el paraíso como si te estuviera cantando a dos centímetros de distancia. Pudo evitar algún portamento innecesario en el Meco all’altar di Venere, pero su presencia reforzó aún más la calidad del reparto, amén de constituir una verdadera sorpresa.
Por otra parte, puede ser cierto que los días de oro de Sonia Ganassi han pasado ya, pero la que tuvo retuvo y estuvo dignísima como una Adalgisa que huyó de la ñoñería y de la fácil confusión entre inocencia y cursilería. Bien, por último, el Oroveso de Rubén Amoretti (sustituía a Ulianov), de voz rocosa, y espléndido el coro, en el que no se produjeron los desajustes que al parecer se dieron en días anteriores según la prensa.
A lo anterior debe sumarse una espléndida labor frente a la orquesta de Maurizio Benini, que desde la obertura mostró una visión efervescente, enérgica y al tiempo delicadísima de la partitura belliniana, tan rica en contrastes. Un espectáculo musical, en suma, de auténtico nivel.
La producción escénica del Teatro Regio de Turín, de corte clásico, no puede considerarse como especialmente imaginativa, pero desde luego resulta funcional y no incurre en majaderías innecesarias. Son unos grandes paneles deslizantes con aspecto de rocas los que se desplazan modificando el aspecto del escenario. La dirección escénica de Alberto Fassini, algo estática, estaba dirigida principalmente a crear bellas imágenes de conjunto, a producir hermosas estampas, a lo cual contribuyó también lo suyo el inteligente uso de la iluminación.
El único verdadero punto negro de la noche lo constituyó nuevamente el comportamiento de parte del público, cuyas toses arruinaron el comienzo del segundo acto. Las muestras de mala educación –porque de eso se trata– no llegaron al nivel de lo visto en el último concierto de Barenboim, pero aun así fueron más pródigas de lo deseable. Tampoco faltó el inevitable público “enterado” que pontifica sandeces a los incautos que les escuchan, como un señor muy divertido al que le escuché criticar severamente a Ganassi en el descanso señalando que la Adalgisa ideal es… ¡Maria Callas!
¡Ay, cuánto criticamos las temporadas del Maestranza, y sin embargo, qué poca altura demostramos en espectáculos como este!
Fotografías: http://julio-rodriguez.blogspot.com.es/
Creo que es la misma producción que podré ver en Valencia próximamente.
ResponderEliminarHe estado repasando el aria de Casta Diva y me quedo con la de Montserrat Caballé, aguantando ese viento como una columna griega inalterable...en fin...me encanta y emociona
Un saludo Pablo y gracias por este estupendo comentario
Estoy de acuerdo contigo, esta Norma me pareció preciosa. Pero volviendo al tema de las toses, (que me amargaron completamente el concierto de Baremboim), no acabo de comprenderlo:
ResponderEliminarParece que la gente tose más y más fuerte de lo que lo haría en otro lugar, lo vi claramente con los que estaban muy cerca, nadie intentaba mitigar lo más mínimo el ruido, nadie se colocaba ni siquiera la mano sobre la boca!!!.
Curiosamente asistí el otro día a un evento del FEMÁS en el Salón de Tapices del Alcazar; música del cancionero de Palacio, la sala estaba llena hasta los topes, y sin embargo NO SE ESCUCHÓ NI UNA SOLA TOS.
Que fenómeno más curioso éste del Maestranza. ¿No podría la dirección del teatro hacer algo al respecto? Repartir folletos a la entrada, decirlo por el altavoz... explicar que fastidian a los músicos... apelar a su supuesta sensibilidad por haber gastado sus buenos euros en una entrada.
(Y ya de paso pedir que no se enciendan los móviles cada cinco minutos, aunque me temo que eso es ya parece una batalla perdida)
Lo de las toses, estoy convencida, es batalla perdida. En el Auditorio Nacional en Madrid, habran puesto como 200 carteles diciendo que se eviten las toses en lo posible y si no es posible que coloquen un pañuelo para mitigar el ruido... Pues nada, es lo que dices Peli-Roja, yo creo que se tose incluso mas fuerte de lo normal e incluso toses sin ganas y para mas inri, en los momentos mas intimos de los silencios y de los móviles...sin comentarios...que podemos hacer?
ResponderEliminarUn saludo
Gucki, el DVD de Caballé con Vickers en Orange HAY QUE TENERLO. Lo edita Hardy Classics, creo. El audio está en Opera d'Oro.
ResponderEliminarPeli-Roja: Parte del público sevillano es maleducado. Tan sencillo como eso. Mañana escribo lo que pasó el otro día en el concierto de Jaroussky...