sábado, 30 de junio de 2012

Nabucco (Bruson, Dimitrova, Burchuladze – Muti)

He decidido que el segundo Verdi en DVD que comento este año sea el Nabucco, la obra que supuso su primer gran éxito. Como siempre, comencemos resumiendo el libreto:

Acto 1: Jerusalén, año 568 a.C. Aterrados ante el avance del ejército babilónico de Nabucodonosor (Nabucco), los hebreos se han refugiado en el interior del Templo, donde el Sumo Pontífice Zaccaria les consuela. El viejo sacerdote ha hecho cautiva a Fenena, hija del rey invasor, y espera poder chantajearle amenazando con acabar con su vida si él no retira a sus tropas.

La joven Fenena, por su parte, ama a un judío llamado Ismaele. Los dos se encuentran a solas cuando son descubiertos por una avanzadilla del ejército de Nabucco, que ha conseguido ingresar en el Templo vistiendo ropas hebreas. Entre esos soldados disfrazados se encuentra Abigaille, a quien todos creen hermana de Fenena cuando en realidad es hija de esclavos. También Abigaille ama a Ismaele, y de ahí su irritación cuando le descubre junto a su falsa hermana. Finalmente, el resto del ejército de Nabucco termina por alcanzar el Templo y Zaccaria se dispone a llevar a cabo su plan, amenazando al rey con matar a su hija si él no se retira. Ismaele, sin embargo, es incapaz de permanecer impasible mientras la vida de su amada Fenena corre peligro, de modo que la arrebata de los brazos del sacerdote y la pone a salvo. Liberado del chantaje de Zaccaria, Nabucco ordena la destrucción de Jerusalén y del Templo, mientras los hebreos maldicen a Ismaele.

Acto 2: En Babilonia, Abigaille ha descubierto el documento que demuestra que no es la primogénita del rey, sino la hija de unos esclavos. Sabiendo que Nabucco se encuentra ausente combatiendo, ella se guarda la carta para hacerla desaparecer. Justo entonces llegan varios soldados con noticias turbadoras: Fenena, que ama a Ismaele, se ha convertido al judaísmo y se dispone a liberar a los hebreos cautivos que han sido deportados a Babilonia. En ausencia de Nabucco, Abigaille asume el poder para enfrentarse a su hermana e impedir la liberación de los judíos. Nabucco, sin embargo, aparece de improviso en el momento oportuno y reclama a Abigaille que le entregue la corona real. Dirigiéndose a los horrorizados hebreos, el rey se autoproclama dios y les ordena que se postren ante él y le adoren. Entonces la cólera divina se materializa en un rayo que desciende del cielo sobre la cabeza del rey Nabucco, que cae al suelo con la mente trastornada. De este modo, mientras aquél sólo es capaz de articular palabras sin sentido, Abigaille se dispone a retomar el poder de nuevo.


Acto 3: En el palacio imperial, el gran sacerdote de Baal entrega a Abigaille el documento en el que se dispone que todos los judíos cautivos sean exterminados. Sólo falta la firma real. En ese momento irrumpe Nabucco, todavía enloquecido, que firma el documento presionado por Abigaille. En un arrebato de lucidez, el viejo rey recuerda que su amada hija Fenena se ha convertido recientemente al judaísmo, pero ya es demasiado tarde. Abigaille, que desea deshacerse de su rival, ha entregado ya la orden firmada por Nabucco. Este último trata de desautorizarla llamándola esclava, pero ella muestra entonces el documento que prueba sus orígenes serviles y lo rompe en presencia de Nabucco. A este no le queda ya más que llorar y suplicar a Abigaille que se apiade de Fenena, pero ella permanece impasible y ordena que se lo lleven prisionero.

Mientras tanto, los hebreos se lamentan de su suerte y manifiestan su añoranza hacia su perdida patria. Zaccaria les insta a abandonar el pesimismo y profetiza acerca de la victoria de Jehová sobre Baal.

Acto 4: En su prisión, Nabucco observa desde una ventana cómo su hija es conducida al suplicio. Su mente se aclara entonces y suplica al Dios de Israel que la salve. Varios de sus leales acuden entonces alarmados por sus voces y sus golpes en la puerta, y al instante advierten que el rey ha recuperado la cordura. Inmediatamente le muestran su apoyo para recuperar el poder.

Fenena, por su parte, está a punto de ser martirizada. Zaccaria trata de consolar a la muchacha, pero la ejecución no llega a tener lugar, pues Nabucco, al que se han vuelto a unir sus tropas, llega a tiempo de impedirla. El rey ordena la liberación de los hebreos y hace pública su conversión al judaísmo, disponiendo que Jerusalén y el Templo sean reconstruidos. Abigaille, por su parte, ha bebido un veneno y muere implorando también al Dios de los judíos.

Traducción del libreto al castellano en kareol.

Es bien conocida la historia de la gestación de Nabucco por Giuseppe Verdi, de modo que no invertiré demasiadas líneas en describirla. Una historia, dicho sea de paso, llena de elementos que parecen algo exagerados por el propio compositor. Sucintamente, se supone que en 1842, el joven Verdi de veintisiete años había decidido abandonar la composición musical para dedicar su tiempo a leer “noveluchas” tras la muerte de su esposa y el fracaso de su ópera Un giorno di regno. Verdi contaba que compuso el Nabucco debido a la presión del empresario Merelli, y que cuando dejó caer con desdén el libreto sobre su escritorio, éste quedó abierto casualmente por la página del Va, pensiero, el famoso coro del tercer acto que con los años se ha convertido en un símbolo de la unidad italiana del risorgimento. Nabucco –cuyo nombre original era Nabucodonosor– permitiría, además, a Verdi conocer a Giuseppina Strepponi (primera Abigaille), con quien se casaría después. El gran éxito de la ópera en su estreno en la Scala milanesa el 9 de marzo de 1842 resucitaría la carrera del compositor e iniciaría sus “años de galera”.

El libreto de Temistocle Solera, pese a sus errores históricos –como las referencias a Asiria cuando debería decirse Babilonia– debió seducir a Verdi probablemente tanto por la belleza de su verso –siempre alabada por el compositor– como por las connotaciones políticas que hacían que hubiese cierta similitud entre los hebreos cautivos de Nabucodonosor –que no serían liberados por este, sino por Ciro setenta años más tarde– con la propia Italia, ocupada por el imperio austríaco en su zona norte.

Hasta aquí la disertación histórica, sobradamente conocida. El DVD que centra esta entrada ofrece interés por cuanto este Nabucco de 1986 supone el inicio de Riccardo Muti como director musical de La Scala de Milán. Sin embargo, la filmación resulta más interesante como documento histórico y musical que a nivel visual, pues la producción clásica de Roberto de Simone, filmada por el gran Brian Large, resulta a día de hoy indudablemente acartonada y anticuada, algo que también es extensible al vestuario, a cargo de Odette Nicoletti. De hecho Zaccaria, más que una barba, parece que tiene una escoba bajo la mandíbula. También resulta a mi entender algo estática la dirección escénica, pero como diría el propio Zaccaria, no hay que dejarse arrastrar por el pesimismo, ya que este DVD, al margen del apartado visual, ofrece calidad musical más que suficiente como para justificar su adquisición. Y la calidad musical es siempre la que verdaderamente ha de importar.

Para empezar, tenemos a Renato Bruson en el papel principal, y pocas dudas caben de que ha sido uno de los más destacados intérpretes de Nabucco de las últimas décadas. Resulta muy preferible, por ejemplo, a un Nucci, capaz también de defender al personaje con nobleza, aunque no a ese nivel. En los dos primeros actos resulta ciertamente temible, mientras que por alguna razón consigue conmoverme muchísimo más en su patética escena con Abigaille del tercer acto (debería decir tercera “parte”) que en su conversión del cuarto.

Nabucco es un personaje curioso, por lo demás, ya que a pesar de que se nos muestra desde el principio como un rey tiránico y sanguinario, al final todas las esperanzas de salvación de los israelitas, que al fin y al cabo son los buenos de la historia, están depositadas en él. Hay un Nabucco oscuro y despótico en los dos primeros actos, otro enloquecido y patéticamente derrotado en el tercero y otro heroico en el cuarto. Porque después de que hemos visto al personaje humillado y destrozado, hay cierto heroísmo en el modo en el que recupera el poder en los últimos minutos de la obra, lanzándose a salvar a los judíos como Aquiles a la batalla tras la muerte de Patroclo.

Así las cosas, el personaje realmente negativo de la obra no es, como digo, el propio Nabucco, sino Abigaille, su falsa hija. Hay dos cosas que la empujan a asumir el poder y pretender destruir a los judíos: vengarse de Fenena por arrebatarle a Ismaele y humillar al altivo Nabucco asumiendo el poder a pesar de carecer de ningún derecho dinástico para ello. Todo puede resumirse en que sus crueldades son la consecuencia del orgullo herido.

En 1986, Ghena Dimitrova ya había demostrado ser una magnífica Abigaille en la grabación de Sinopoli, tres años atrás. Lo tiene todo: hay en Dimitrova una mezcla de odio repugnante, celos y ambición infinita, y traza un completísimo retrato del personaje a un altísimo nivel vocal. De hecho, me parece bastante preferible a la gran Renata Scotto, bastante apurada por momentos en el registro de Muti.

También tenemos a un Zaccaria muy notable en Paata Burchuladze. Indudablemente, su voz no tiene la belleza de la de un Ghiaurov, que grabó el papel con Muti magníficamente pese a que apuntaba ya quizás una ligera decadencia que aún tardaría en hacerse realmente evidente. Sea como fuere, Burchuladze consigue retratar a un estimable Zaccaria, consiguiendo que no decaiga el alto nivel del reparto en los papeles importantes. Por cierto que el religioso, por mucho que se nos presente envuelto en un halo de sabiduría y santidad, tiene también su lado oscuro y discutible, como demuestra su firme determinación de asesinar a Fenena para forzar la retirada de Nabucco.

Hasta aquí todos los cantantes tienen, como decía, un nivel muy destacado. Pues bien, ese nivel decae un poco en la pareja Fenena-Ismaele, defendida con solvencia pero sin brillo. Raquel Pierotti (Fenena) tiene una voz que se me antoja demasiado delgada y nasal, aunque el resultado es satisfactorio. Bruno Beccaria, por su parte, posee una voz apta para el papel de Ismaele, aunque a veces recurre al portamento.

El resto de los secundarios están bien, aunque el Gran Sacerdote de Baal, cuyo nombre no viene ni en la carcasa ni en la filmación, muestra obviamente un exceso de vibrato.

El coro del Teatro alla Scala cumple aquí su importante papel en Nabucco con brillantez, así como la orquesta, dirigida por el maestro Riccardo Muti, una autoridad cuando se trata de esta ópera. Su trabajo aquí es muy similar a su célebre registro de EMI, al que ya me he referido alguna vez en esta entrada, y que en mi opinión resulta preferible al muy afamado de Sinopoli por su más creíble concepción verdiana de la obra.

En resumen, una filmación muy estimable en el apartado musical y que no ha sabido envejecer bien en lo visual. Probablemente, la mejor opción en DVD.

















viernes, 29 de junio de 2012

En recuerdo de Franz Crass

Me he enterado algo tarde, pero no he querido dejar de publicar en el blog algo acerca del fallecimiento, hace algunos días, del bajo Franz Crass. Fue un estupendo cantante por el que sentía especial cariño. Mi primer Sarastro. Descanse en paz.

viernes, 22 de junio de 2012

España-Italia para el Día Europeo de la Música

No, no me refiero a otro partido de la Eurocopa, sino al espléndido concierto que ayer ofreció el trío formado por María Espada, Enrico Onofri y la Orquesta Barroca de Sevilla en la iglesia de Santa Ana de Sevilla. El programa alternaba música barroca italiana (Vivaldi, Corelli) y española (De Castro, De la Puente) y en cierto modo, puede considerarse continuador del que le pudimos escuchar a la OBS el pasado 25 de noviembre, también con Espada y Onofri. 

He dedicado muchas entradas de este blog a ensalzar a la OBS y sinceramente, siento que no hay ya mucha necesidad por aquí en insistir en lo de siempre: que son absolutamente maravillosos, y más con semejante primer violín y director al frente haciendo lo que de verdad sabe hacer. Porque lo que Onofri hace realmente bien es la música italiana, por mucho que incursione con resultados más o menos buenos en otros campos diferentes. Ayer tuvimos a la orquesta en formación de cámara y el sonido llenaba a la perfección una iglesia de considerables dimensiones. Espléndidos todos. Además, hay que darles la enhorabuena, pues al fin se sabe que tendrán una temporada de abono como Dios manda. La lástima es que con toda probabilidad desaparecerán los conciertos gratuitos (como éste, sin ir más lejos), pero todo sea porque la orquesta disponga de una muy merecida estabilidad.

Volviendo al concierto, Espada, además de una lección de buen canto, belleza vocal y control de las agilidades (fantástico Alleluia del In furore vivaldiano que se ofreció como propina) demostró enorme calidez y delicadeza, sobre todo en las cantatas de De la Puente. Con esta mujer se corre el riesgo de no prestar atención a las piezas instrumentales que se alternan con las vocales en el programa a la espera de que vuelva a salir de nuevo. Claro que, como decía, eso sólo podría darse si no estuviésemos hablando de la OBS y de Onofri.

¿Y la música? Pues al margen de las sonatas de Corelli (Op.2 n.1) y Vivaldi (RV 64), las obras de De Castro y De la Puente son un absoluto descubrimiento. Una delicia que, al igual que aquél partido de la Eurocopa, deja en empate al encuentro entre España e Italia.

Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla

Día europeo de la música

Francisco José de Castro (fl. 1695-1708), Sonata Prima Op. 1 para dos violines y bajo continuo
Preludio - Allemanda - Corrente - Giga

Juan Manuel de la Puente (1692-1753), "Del risco se despeña la fuentecilla", cantata para soprano, dos violines y bajo continuo

Arcangelo Corelli (1653-1713), Sonata Op. 2 n. 1 en Re mayor para dos violines y bajo continuo
Preludio - Allemanda - Corrente - Gavotta

Juan Manuel de la Puente, "Lavanderita soy", tonada para soprano, dos violines y bajo continuo

Francisco José de Castro, Sonata Quinta Op. 1 para dos violines y bajo continuo
Preludio - Allemanda - Giga

Juan Manuel de la Puente, "El ciervo que va herido", cantata para soprano, dos violines y bajo continuo

Antonio Vivaldi (1678-1741), Sonata en Re menor Op. 1 n. 8 RV 64 para dos violines y bajo continuo
Preludio - Corrente - Grave - Giga

Juan Manuel de la Puente, "Con el más puro fervor", cantata humana con violines para soprano, dos violines y bajo continuo

Plantilla

María Espada, soprano
Enrico Onofri, violín y dirección
Pedro Gandía Martín, violín
Mercedez Ruiz, violonchelo
Ventura Rico, contrabajo
Miguel Rincón, tiorba
Alejandro Casal, clave

lunes, 18 de junio de 2012

La "magia" de Yuja Wang


No soy mucho de comentar novedades discográficas en el blog, pero esta entrada va a ser una excepción. Aunque hacía ya varias semanas que había adquirido en un arrebato compulsivo el último trabajo de Yuja Wang, no fue hasta ayer cuando finalmente me detuve a escucharlo entero. Y vaya si merece la pena...

Hace algunos años que conozco a esta joven pianista china de veinticinco primaveras, sobre todo gracias a la magia de Youtube. Wang es conocida por su agilidad casi imposible con el piano y por su juvenil desenfado, algo polémico en ocasiones. En su día consiguió que me interesase por los conciertos para piano de Prokófiev y Rachmaninov, dos compositores algo alejados del tipo de música que escucho hoy por hoy. Ahora acaba de sacar hace apenas unos meses su disco “Fantasia”, en el que incluye la mayoría de los bises que suele regalar al público tras el término los programas de sus conciertos. Quizás lo más curioso de todo sea un logradísimo –y espléndidamente interpretado por Wang– arreglo de “El aprendiz de brujo” de Dukas a cargo de Staub. De hecho, la joven pianista decidió llamar “Fantasia” a su disco en recuerdo de la célebre película de Disney –con aquélla memorable secuencia de Mickey Mouse y las escobas vivientes– que, según dice, hizo despertar su interés por la música clásica siendo niña. Lo mismo podría decir yo mismo o buena parte de los aficionados nacidos a partir de la década de los cuarenta del pasado siglo.

Naturalmente, en “Fantasia” encontramos a la Yuja Wang virtuosa, ágil e inhumanamente veloz que esperamos encontrar, por ejemplo en el simpático arreglo de Cziffra de la célebre polka Tritsch-Tratsch de Strauss o en el muy complejo de Horowitz de la chanson bohémienne de “Carmen”, en el que Volodos, en su grabación para Sony, resulta quizá más incisivo. Sin embargo, Wang no ofrece sólo espectáculo y exhibición, como algunos podrían pensar, sino que además es capaz de explorar cada partitura con un grado de sensibilidad y sutileza a la altura de los más grandes. Óigase, para comprobarlo, su versión del algo trillado op. 64, n.2 de Chopin y sobre todo del Ballet des ombres heureuses del Orfeo de Gluck en el arreglo de Sgambati. Probablemente lo mejor del disco.


A medio camino entre la espectacularidad sonora de unas piezas y el intimismo de otras se sitúan una muy lograda versión de “Triana” de Albéniz y una arrebatadoramente encantadora sonata, K.455 de Scarlatti en la que sólo se echan en falta las repeticiones. También faltan algunos de los bises habituales de Wang, como los arreglos de Volodos de “El vuelo del moscardón” o de la marcha turca de Mozart, arreglo éste último en el que soy de la opinión de que la exhibición del pianista acaba oscureciendo el carácter elegante y mozartiano de la pieza original. Quizás la ausencia de estas piezas tan habituales en Wang –habrían cabido sin problemas en el disco– se deba a una cuestión de derechos entre las compañías. Como antes escribí, Volodos graba para Sony.

En conclusión, un encantador cajón de sastre en el que verdaderamente existe la magia y en el que sólo sobran las alitas que lleva la pianista a la espalda en la foto de portada y en las del interior del librito. ¿A quién se le ocurrió?

PS1: Maestranza, tráetela para Sevilla, que la chica dice que le gusta mucho España.

PS2: ¿No está el blog últimamente un poco-muy asiático?

Yuja Wang – Fantasia

Sergei Rachmaninov (1873–1943)

1. Étude-tableau in A minor op. 39 no. 6 a-moll en la mineur. Allegro.
2. Étude-tableau in A minor op. 39 no. 4 h-moll en si mineur. Allegro assai.
3. Élégie in E flat minor op. 3 no. 1 es-moll en mi bémol mineur from Morceaux de fantaisie. Moderato.
4. Étude-tableau in E flat minor op. 39 no. 5 es-moll en mi bémol mineur. Appassionato

Domenico Scarlatti (1685–1757)

5. Sonata in G major K. 455 G-dur en sol majeur. Allegro.

Christoph Willibald Gluck (1714–1787) arr. Giovanni Sgambati (1841–1914)

6. Mélodie de Gluck Melody from Gluck’s Orfeo ed Euridice. Lento.

Isaac Albéniz (1860–1909)

7. Triana from Iberia, Book II. Allegretto con anima.

Georges Bizet (1838–1875) / Vladimir Horowitz (1903–1989)

8. Variations on a Theme from Carmen (Gypsy Song, Act II) White House version.

Franz Schubert (1797–1828)/arr. Franz Liszt (1811–1886)

9. Gretchen am Spinnrade D118. Pas trop vite.

Johann Strauss (1825–1899) arr. György Cziffra (1921–1994)

10. Tritsch-Tratsch-Polka op. 214. Allegro volante e molto leggier.

Frédéric Chopin (1810–1849)

11. Valse in C sharp minor op. 64 no. 2 cis-moll en ut dièse mineur. Tempo giusto.

Paul Dukas (1865–1935) arr. Victor Staub (1872–1953)

12. L’Apprenti sorcier The Sorcerer’s Apprentice Der Zauberlehrling. Scherzo d’après une ballade de Goethe.

Alexander Scriabin (1872–1915)

13. Prélude in B major op. 11 no. 11 H-dur en si majeur. Allegro assai.
14. Prélude in B minor op. 13 no. 6 h-moll en si mineur. Presto.
15. Prélude in G sharp minor op. 11 no. 12 gis-moll en sol dièse mineur. Andante.
16. Étude in G sharp minor op. 8 no. 9 gis-moll en sol dièse mineur. Alla balata.
17. Poème in F sharp major op. 32 no. 1 Fis-dur en fa dièse majeur. Andante cantabile.

Camille Saint-Saëns (1835–1921) arr. Franz Liszt/Vladimir Horowitz

18. Danse macabre op. 40 Poème symphonique d’après une poésie de Henri Cazalis.
Mouvement modéré de valse.

Gluck: Ballet des ombres heureuses (Orfeo ed Euridice) – Yuja Wang

viernes, 15 de junio de 2012

Explorando el Japón de “Butterfly” (2): Cio-Cio-San

La maiko Konomi, luciendo un adorno en el cabello con forma de mariposa.

Aunque la ópera se llama Madama Butterfly, lo cierto es que ignoramos el nombre de la protagonista. El otro día comenté que el nombre japonés Cio-Cio-San viene a significar exactamente eso: señorita mariposa, pues chōchō es mariposa y san es una partícula que indica respeto, más o menos similar a nuestro señor/señora y don/doña. No debe confundirse con chan, que en el caso femenino expresa cariño, de modo que Cio-Cio-Chan sería el equivalente, por ejemplo, a decir Anita en lugar de Ana.

Así, pues, la joven protagonista, que se considera a sí misma más americana que japonesa, se refiere a sí misma en inglés, como Butterfly. Pero lo cierto y verdad es que continuamos desconociendo su identidad. Es sabido que las geishas adoptan un nombre artístico que nada tiene que ver con sus nombres originales, de modo que cabe preguntarse si Cio-Cio-San es el nombre profesional de la muchacha o su auténtico nombre, quizás recuperado tras abandonar la profesión. Aunque esto se sale ya obviamente del libreto, a mí me gusta pensar que “Butterfly”, por lo poético, suena más a nombre de geisha. Es más, hay frases tanto de Sharpless (“Bel nome, vi sta a meraviglia” – “Bonito nombre, le sienta de maravilla”) como de Pinkerton (“Come t'han ben nomata tenue farfalla” – “¡Qué bien te han llamado, suave mariposa!”) que podrían sugerir que la okiya de la protagonista la ha llamado de ese modo intencionadamente por recordar a una mariposa. Además, del apellido tampoco sabemos nada.

Eso sí, lo que es inadmisible es el error tan extendido de referirse a ella mezclando el francés con el inglés. No es Madame Butterfly, sino Madama Butterfly... o Madama Pinkerton, como a ella le gustaría.

lunes, 11 de junio de 2012

Explorando el Japón de “Butterfly” (1): ¿Una profesión deshonrosa?

El otro día, tras publicar mi comentario a la Madama Butterfly del Maestranza, se me ocurrió que podría escribir algo sobre el trasfondo histórico en el que se desarrolla la acción, resaltando así algunos de los aciertos y los defectos del libreto y de muchas de las puestas en escena de esta maravillosa ópera de Puccini.

Comencemos con algo que resulta esencial en el desarrollo del segundo acto: Butterfly confiesa al cónsul Sharpless que prefiere el suicidio antes que regresar a su “deshonrosa” profesión de geisha (“Questo mestier che al disonore porta!”).

En Occidente, y según se dice incluso también en Japón en cierta medida, existe la creencia más o menos generalizada de que las geishas son algo así como prostitutas de lujo. Chicas que visten ropas costosas y que están entrenadas en artes tradicionales como la música y la danza para entretener a sus clientes... con los que quizás pasen la noche. Esta creencia –falsa como veremos– subyace de forma oscura en el libreto en dos ocasiones: la referida conversación con Sharpless y el primer encuentro entre la ex geisha, Pinkerton y el propio Sharpless en el primer acto, antes de la boda, en el que ella narra que no se siente avergonzada por su antigua profesión.

La popular Mamechiho como maiko (izquierda) y geiko (derecha). Obsérvese cómo tras el erikae o “cambio de cuello”, la geiko adopta un peinado (peluca) y atuendo menos llamativos. Abandonó la profesión el año pasado para convertirse en fotógrafa (abajo).

Más recientemente, algunas novelas y películas de gran éxito han hecho más mal que bien al extender la desinformación en este sentido. “Memorias de una geisha”, de Arthur Golden, es un pésimo libro para conocer el universo de las geishas de Gion Kobu, en Kyoto. En su novela, el autor introduce dos elementos que aproximan peligrosamente esta profesión al ámbito de la prostitución: la “subasta” de la virginidad de las jóvenes geishas al mejor postor y la existencia de un danna o patrocinador que cubre los gastos de la joven a cambio del derecho a mantener relaciones con ella. El libro, como es obvio, causó indignación en ciertos ámbitos, y de manera especial a una persona en concreto: Mineko Iwasaki, la geisha más popular de la segunda mitad del siglo XX. Golden la incluyó en los agradecimientos de su novela por suministrarle información, con el consiguiente y comprensible enojo de Iwasaki, que no estaba nada dispuesta a que miles de lectores de todo el mundo identificasen su exitosa carrera en Gion con las vivencias, muchas de ellas oscuras, del personaje ficticio de Golden. Así que aparte de demandar a Golden a los tribunales, Mineko Iwasaki escribió su propia autobiografía como “respuesta” a “Memorias de una geisha”. Y esa obra (“Vida de una geisha”) sí que es totalmente recomendable para adentrarse en este universo y para darse cuenta de las diferencias existentes entre la profesión de geisha y la de las oiran y las tayuu, cortesanas o prostitutas de alta clase versadas también en las artes tradicionales.

A la izquierda, Mineko Iwasaki como maiko. A la derecha, portada de la edición castellana de su autobiografía, “Vida de una geisha”.

Mineko Iwasaki narra algunas de las causas por las que ya antes de la Segunda Guerra Mundial se confundía a las geishas -en Kyoto se diferencia, entre ellas, a las jóvenes maiko de las geiko- con prostitutas de este tipo. Sin embargo, lo cierto es que hay quien acusa a Iwasaki de pretender hacer un “lavado de cara” excesivo de la profesión. Está claro que una geiko jamás ha sido sinónimo de una prostituta, como tampoco lo es una abogada o una cajera de supermercado, pero quizás no lo esté tanto el hecho de que algunas prácticas de las okiya o casas de geishas anteriores a la legislación japonesa en materia de prostitución –de posguerra– pudiesen aproximarse a la prostitución. Dicho de otro modo: igual de absurdo es afirmar que ninguna geiko sacó jamás beneficios económicos o patrimoniales a cambio de relaciones personales que afirmarlo precisamente de una abogada o cajera de supermercado. Sus profesiones nada tienen que ver con la prostitución, pero los comportamientos individuales son otra historia.

Hoy sigue habiendo jóvenes geishas en activo que se convierten en foco de atención de los turistas que acuden, sobre todo, a Gion. Las molestan por la calle. Tiran de sus vestidos. Entorpecen su camino hacia sus compromisos. Iwasaki advierte de que la profesión desaparecerá en no demasiado tiempo si nada se hace por impedirlo. 

Así que las geishas reales son entretenedoras profesionales sin que su trabajo implique necesariamente ningún tipo de vinculación sentimental con los clientes que acuden a los ozashiki o banquetes a los que ellas asisten cobrando por bailar y divertir. ¿Y qué es lo que hacen?; ¿Cómo entretienen? He aquí algunos ejemplos. Son vídeos tomados por los propios clientes, que pasan un rato estupendo en la compañía de las chicas:

- Danza

Como se ve, nada que ver con el baile peliculero de “Memorias de una geisha”, que no da una. Los movimientos son lentos, elegantes, como si se pretendiese recrear una historia con los gestos.



- Juegos:

Kompira fune fune.

Es un juego de agilidad. Los participantes, al ritmo de una canción cada vez más acelerada, deben alternarse para tocar un objeto circular con la palma de la mano extendida. Si uno de ellos lo retira en su turno, el otro debe tocar la mesa con el puño cerrado. Se pierde el juego si se toca la mesa con la palma extendida o el objeto con el puño. El que pierde, bebe.





Tora tora tora.

Otro juego de beber, esta vez parecido a “piedra, papel y tijera”. Los jugadores se ocultan unos de otros con un biombo y adoptan alguna de las siguientes posiciones: un tigre –caminando a cuatro patas–, una anciana –simulando llevar un bastón– o un cazador o samurái –simulando ir armado–. El tigre vence a la anciana y es vencido por el cazador. La anciana vence al cazador porque es su madre.


Así que ya veis. Illica y Giacosa, los libretistas de Puccini, fueron víctimas de los prejuicios propios de su tiempo y se refirieron a la profesión de Butterfly como “deshonrosa”. Nada más lejos de la realidad.

Seguiré escribiendo sobre estos temas de “Madama Butterfly”.

sábado, 9 de junio de 2012

La “Butterfly” del Maestranza

Por fin asistí ayer a la Butterfly del Maestranza, y como tengo por costumbre últimamente, lo hice sin leer demasiadas críticas ni comentarios de antemano que pudieran predisponerme en ningún sentido. Yo ya conocía el montaje de Mario Gas con la escenografía de Ezio Frigerio, que recuerdo haber visto por televisión una noche de verano de hace ya unos cuantos años con Gallardo-Domâs como protagonista y Domingo a la batuta en el Real. El escenario se transforma en un plató de cine antiguo por el que deambulan, con discreción y sin molestar visualmente, cámaras y operarios. La filmación que obtienen presuntamente con sus cámaras se proyecta en blanco y negro encima del escenario, sobre los subtítulos, de modo que los anteojos no son necesarios con esta producción. Lo cierto es que esta idea de convertir la ópera en una filmación tiene tanto que ver con Madama Butterfly como con Aida, Don Giovanni o cualquier otra ópera, pero el resultado es simpático. Resulta curioso, además, cómo se huye en esta producción del consabido colorismo oriental y exótico con el que suelen representarse las óperas de este tipo. De hecho, todo resulta bastante oscuro a la vista. Por cierto, hablando de Don Giovanni, todavía guardo un infausto recuerdo de aquél bochornoso montaje de Mario Gas que se ofreció en Sevilla en la temporada 2007-2008 del Maestranza, con el Comendador convertido en una especie de zombie mafioso escoltado por fantasmas de gángsteres que no conseguían arrastrar al protagonista hasta el infierno. Pero ese no es el tema.

 El reparto. No me molestó en absoluto el vibrato de Svetla Vassileva como Butterfly (así lo he leído en alguna crítica de otras funciones), que incidió sobre todo en la faceta infantil y cándida del personaje. Su visión de Cio-Cio-San sería más madura y sólida con un pelín más de garra en el lado dramático del personaje, en el que el espectador debe sentirse realmente compungido por mucho que la tragedia se viera venir desde el principio. Esto se observó claramente en la escena de la carta, iniciada espléndidamente por la búlgara con sus infantiles interrupciones al cónsul, encarnado aquí por un sólido Ángel Ódena, pero falta al final de la necesaria fuerza dramática con la que culmina el Ah! No! Questo mai! Omitió, como es práctica habitual, el casi imposible agudo final del Ancora un passo or via. Teatralmente estuvo excelente.
El que no me convenció para nada fue el Pinkerton de Héctor Sandoval, que sonó a veces engolado y apurado en el registro alto. Firmó, eso sí, una notablemente ejecutada Addio fiorito asil. De los secundarios, al margen del antes referido Sharpless de Ódena, quien realmente destacó con brillantez fue una espléndida Marina Rodríguez-Cusì como Suzuki. Probablemente, fue lo mejor del reparto. La voz sonó espléndida, bien timbrada, y corrió mejor por el teatro que la de Vassileva, a quien también supera en dicción. También estuvieron a un nivel espléndido los otros secundarios, y de manera especial Mikeldi Atxalandabaso como Goro y Fernando Radó como un imponente y muy colérico Bonzo.


El Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza estuvo a un nivel absolutamente soberbio desde el jaleo desenfadado de la escena de la boda hasta un estremecedor coro a bocca chiusa, con el posterior “sueño” de Butterfly. Al frente de la ROSS, Pedro Halffter haciendo lo que mejor se le da, que es Puccini. Eso ha quedado claro en los últimos años y ha vuelto a ratificarse en la presente temporada. Halffter no busca aquí el mero espectáculo ni ninguna cuestionable tendencia a buscar la originalidad, ni tampoco muestra muchos de los defectos que podemos encontrarle en otro tipo de repertorio. Aquí sabe muy bien lo que se hace y dirige con pasmosa delicadeza el célebre y hermosísimo dúo final del primer acto o la antes referida escena de la carta. Su tendencia general fue la de emplear tempi lentos, aunque aceleró mucho y forma un poco incomprensible en el momento de la boda (Tutti zitti!).

En conclusión, un muy buen cierre de temporada –aún falta Cristóbal Colón en versión concierto– que hace albergar buenas expectativas para el año que viene, que no pinta nada mal.

 
Tres notas tontas:

PS1: Tras el suicidio de la protagonista, se proyectaron nuevamente las palabras de Pinketon en el primer acto “Dovunque al mondo”, a modo de “recordatorio” para el público. Es curioso que se haya hablado de racismo contra los japoneses en esta obra cuando son los estadounidenses los que, en mi opinión, quedan realmente mal.

 PS2: Encargados de vestuario de casi cualquier montaje de Madama Butterfly. Un obi no es un kimono. Ni un velo de novia. Es el largo “cinturón” de tela que sujeta el kimono a la cintura. Puede medir varios metros y se anuda a la espalda, por lo que una sola persona no puede colocárselo. Esta y no otra es la prenda que debe traer Suzuki a Butterfly cuando esta se dispone a esperar a Pinkerton, por lo que la ex geisha nunca debería aparecer llevando ropas occidentales en el segundo acto, como se acostumbra. El libreto lo impide y tampoco hay que ser ningún experto en cultura japonesa para enterarse de estas cosas.

PS3: Descubrimiento de hace unos meses: en japonés, mariposa se dice “cho-cho”. Muy gracioso, sí, pero entonces es lógico que la protagonista, que se cree americana, se refiriera a sí misma en inglés, de modo que Cio-Cio-San (Cho-Cho-San) es exactamente “Madama Butterfly”. Curioso.




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